6. Open online courses: desde la perspectiva epistemológica
_______________________________________________________________________________________
Autores:
Eduardo Ochoa Hernández
Nicolás Zamudio Hernández
Gladys Juárez Cisneros
Filho Enrique Borjas García
Lizbeth Guadalupe Villalon Magallan
Pedro Gallegos Facio
Gerardo Sánchez
Fernández
Rogelio Ochoa Barragán
Esta modalidad nace en los Estados Unidos de Norteamérica, del término "Online High Schools with Advanced College Prep Courses". Es una modalidad que pretende democratizar la calidad del conocimiento y apoyar a los más desfavorecidos del sistema educativo[1].
Un curso en línea curricular responde a tres tipos de pensamiento para lograr sus metas: pensar nuestros objetivos, creencias y decisiones. También debe describir el marco de inferencia de búsqueda, es decir, una forma de identificar los elementos básicos en todos los procesos de pensamiento.
El pensamiento es importante para todos en nuestra vida diaria. La forma en que pensamos afecta la manera en que planeamos nuestras vidas, las metas personales que elegimos y las decisiones que tomamos. El buen pensamiento no es algo que nos obliguen en la escuela; es algo que Aristóteles consideró una necesidad humana. Lo deseamos hacer y queremos que otros lo hagan para alcanzar en colaboración metas que, de otro modo, serían imposibles de lograr individualmente. Interrogar, dudar, es la manifestación de la curiosidad. En estas situaciones, el pensamiento nos ayuda a resolver nuestras dudas; es una conciencia persuasiva.
Aprender matemáticas, español, química, física, filosofía, economía, historia…, es una decisión, una acción de elección para prosperar. Estas decisiones son objetivos y metas que nos plantean confiar en la literatura, ese lugar donde los gigantes del pensamiento nos reservan solidariamente un tesoro para nuestra persona. Por ejemplo, si creemos que la razón fluida en procesos creativos será determinante para el éxito de todo ciudadano y profesional, nuestro objetivo deberá ser aprender a justificar nuestras ideas, alcanzar metas en lo profundo de estas y satisfacer habilidades intelectuales con la solvencia de tomar decisiones. Las decisiones pueden ser simples o complejas, nos exigirán valores epistémicos, sociales, culturales y, en muchos casos, nos exigirán la tolerancia al error por la densidad de la incertidumbre de los contextos modernos.
Cuando decidimos sobre una meta personal, tomamos decisiones que afectan una cadena de nuevas decisiones futuras. Si usted decide hacer un bachillerato o carrera universitaria, la búsqueda de esa meta le exigirá tomar decisiones futuras para lograr estos objetivos. Habrá sin duda días difíciles, que nos exigirán autocontrol, una fortaleza racional que se traduzca en carácter intelectual; un acto de coraje para alimentar los deseos virtuosos, más aún cuando estemos en pie, enfrentando los acantilados de la condición humana.
Pensar es la actividad de búsqueda, procesamiento lógico e inferencias de conclusión. Buscamos la información de la experiencia de los otros, procesamos su estado de verdad e inferimos en procesos hipotéticos deductivos hacia las conclusiones, con el sustento de los hechos, datos, hipótesis, teorías, leyes, axiomas, teoremas, argumentos de tesis… Supongamos que usted está por tomar por cuenta propia y por ojo propio, conocer lo necesario de algún próximo curso escolar; es un paso trascendental para su soberanía intelectual, algo que los alemanes, cuando inventaron la tutoría, llamaron "fortalecimiento del carácter".
Suponga que un amigo le dice: "Disfruté del curso de matemáticas porque es fascinante que conteste a cada paso los porqués, de tal modo que todo es coherente en sus definiciones". Entonces, cree usted que suena interesante y quiere saber más sobre el pensamiento matemático. Usted le pregunta a su amigo: ¿Cómo descubriste que algo como la matemática es fascinante? Él dice que la limitante que tiene un profesor es el horario asignado para explicar los temas. Es tan pequeño el tiempo, que generalmente lo reduce a una breve definición de cosas, ejemplos y ejercicios. Y es aquí donde la literatura nos sorprende. Nos exigirá lecturas muy lentas, reflexivas y con la honestidad de investigar todo lo que en ella no nos sea claro. Pero, sobre todo, debemos estar atentos a las justificaciones finas de las ideas, sus fundamentos, sus teorías, hechos y tecnologías que nos sorprenderán. En los temas, es justo allí donde conoceremos si tenemos el coraje y honestidad de aprender investigando lo necesario. Estas lecturas nos ilustran a buscar en todos lados las respuestas. Los cursos Open Online son literatura precisamente para este objetivo; ella es una narrativa que recoge las experiencias de los caminos que alguien conquistó para esas metas. Se trata de una literatura dirigida a conversar con una persona que desea prosperar en sus metas intelectuales y éticas. Las características de este curso Open Online, en comparación con el discurso cara a cara en las aulas convencionales, es que en el diseño de su discurso se toma todo el tiempo y el cuidado para estructurar el pensamiento, para hacer explícitas las preguntas, para poner los antecedentes históricos que permitan tomar distancia y valorar las ideas modernas. En resumen, los Open Online son cuerpos de léxico enriquecido, sistemas de proposiciones que entrenan nuestro estilo de pensamiento y potencian nuestra capacidad racional para tomar decisiones.
En un curso Open Online, buscamos tres tipos de objetivos: las posibilidades de la experiencia de conocimiento, la demostración de la solidez y rigor de las ideas objetivas, y la reflexión sobre las metas disciplinares, ciudadanas y culturales que están implícitas en todo estilo de pensamiento involucrado. Tenga en cuenta que las posibilidades de conocimiento son posibles respuestas a las preguntas fundamentales que dan origen a dicho conocimiento. Pero también pueden surgir dentro de nosotros mismos, en la reflexión y el tratamiento que damos a nuestra propia investigación.
El objetivo de un curso Open Online es lograr ser un curso avanzado, por el hecho mismo de que se trata de innovaciones educativas basadas en el diseño cuidadoso del discurso académico. Son el discurso de los profesores escritores. Es la escritura que se planta en la tierra con las aspiraciones de nuestra sociedad, que crece con las luces que permanecen encendidas hasta muy altas horas de la noche y florece en la lluvia de las ideas de la literatura revisada. Es intención. Es la verdad que justifica su camino a través de las grietas de nuestro ser incoherente y se asienta en el silencio de las lecturas y correcciones de nuestros manuscritos borradores. Son la esperanza racional de que algún día podamos alcanzar un camino fuera de nuestras limitaciones intelectuales.
El discurso objetivo, este adjetivo, refiere en cierto modo al significado fundamental de las ideas creadas con los criterios y estándares más rigurosos de la lógica de la verdad y la realidad de las disciplinas. El habla objetiva se refiere a la elaboración de ideas con criterios y valores epistémicos del estilo de pensamiento científico moderno, inaugurado por René Descartes. Lo objetivo es una evaluación de la justificación de las ideas, no en el sentido limitado de la razón lógica axiomática, sino ampliado en su sentido al terreno de los valores morales y empíricos. Al realizar juicios de valoración hipotético-deductivos, estos tienen la fuerza objetiva del mejor discurso de la tradición científica, técnica y de diseño. Tratar de lograr el discurso objetivo no es solo necesario, sino también una manera de asegurar al lector la confiabilidad y fortaleza de las ideas que se ofrecen en los contenidos de los cursos Open Online.
La evidencia es fundamental para lograr la objetividad de las proposiciones que integran el discurso objetivo; son hechos y datos que se traducen en información que reduce la incertidumbre sobre lo que es real. La acción de aportar evidencia es probar que nuestro pensamiento está aterrizado en la realidad, cuya intención es determinar dónde podemos apalancar la solidez de nuestras ideas sobre el mundo físico.
Además de los procesos de objetividad, la búsqueda de evidencia y los procesos de inferencia, todos estos fortalecen o debilitan nuestra posición frente al conocimiento que compartimos. La inferencia determina la forma racional en que utilizamos conceptos y evidencia. La importancia de esto es esencial para lograr la objetividad dentro del diseño del discurso académico.
Los objetos del pensamiento están representados por lenguaje natural (español, inglés, francés…) y lenguajes artificiales (matemáticas, ++C, Visual Basic, Pascal…). Así que una debilidad lingüística, tanto en el escritor como en el lector, supone un desafío que no se puede eludir en el texto de los Open Online. Somos conscientes de ello. Si un término no está en nuestro vocabulario, nuestra conciencia inmediata no lo advierte, incluso nos exige su investigación cuando entorpece la comprensión en un episodio de pensamiento. Los procesos de pensamiento: de búsqueda, procesamiento lógico e inferencias de conclusión, no corren de manera secuencial, sino que son recursivos tanto en el lector como en el escritor.
Leer o escribir en un Open Online es, en su sentido más amplio, una actividad de pensamiento: un método para dominar el estilo intelectual del discurso académico. Dentro de este discurso, algo fundamental es la investigación en el estilo científico, para encontrar en él el potencial que fortalezca nuestra capacidad intelectual: elegir entre la literatura disponible, tomar notas sobre las ideas y alcanzar las metas de carácter curricular. Un plan de estudios creado con Open Online es la forma moral de hacer público las capacidades de profundidad con que una institución educativa hace frente a los desafíos de su sociedad.
El término "juicio" será de enorme importancia para el lector y el escritor de este texto académico. Por juicio nos referimos a una elegante y rigurosa actitud racional que evalúa el conjunto de premisas, evidencias, cadenas de razón e inferencias. Leer o escribir un texto académico es tomar una posición al juzgar la literatura disponible, al formar creencias y al aceptar las bases que justifican la verdad. Por lo tanto, hacer un juicio es realizar un proceso de inferencia.
Cuando los sistemas de proposiciones los ponemos a juicio, la evidencia afecta la fortaleza de la proposición, en su objetividad. Un juicio incluso puede invertir el peso de una pieza de evidencia. Ganar objetividad en nuestro discurso es lograr justificar nuestras creencias, haciendo referencia a los grandes pensadores de todos los tiempos y, desde la literatura disponible, organizar los conceptos dentro de algún marco teórico.
La ruina del escritor…
Hay formas de autoengaño muy difíciles de evitar, lo advertimos, que existen dentro del oficio de la escritura. ¿Por qué, cuando revisamos el texto, sentimos que hemos dicho poco y mucho a la vez? Extraer significado es nuestra tarea principal como escritores. Pero, para ello, no basta con conocer el sistema de escritura para encontrar significado en la realidad; además, nos espera el desafío de comunicarlo con el color adecuado, uno que sea visible para nuestra juventud. El autoengaño afecta lo que uno piensa que constituye la semántica observada por la razón. Descartes consideró que somos lo que podemos conocer con nuestra capacidad, pero somos más el estilo de cómo extraemos ese conocimiento y cómo lo comunicamos. Los seres humanos no solo tenemos la necesidad de extraer significado de las parcelas de la realidad, sino también la necesidad de producir efectos literarios con la fuerza de contribuir, de prosperar, de ser agentes reales de un cambio positivo para la tripulación más joven de este mundo.
La biología de las emociones tiene el poder de corromper la razón. El sesgo cognitivo, con frecuencia, prevalece, especialmente cuando la razón es débil en su formación doxástica y en su epistemología. El escritor, en su autoengaño, causado por un conocimiento corrompido, puede producir una obra que da vueltas en círculos; por falta de protección, es una obra que no permite encontrar significados alternativos, tomar distancia de las ideas y ganar profundidad en la discusión. A menudo, las palabras solo lo llevan por vías muertas en su semántica.
¿Cuánto se ha dicho que la extensión de un texto es demasiado o muy poco? Cualquier pieza de escritura tiene un número ideal de palabras. Ir más allá o menos, incluso por una palabra, es “disminuir el éxito del manuscrito”. Pero, por supuesto, esto es difícil de calcular, ya que significa definir estrictamente de qué se trata la pieza y qué se está tratando de lograr. Si el escritor dice muy poco, es a menudo porque está siendo demasiado reacio o siente que el supuesto ya está claro. Si se dice demasiado, es porque el escritor oscurece el punto que discute o está demasiado enamorado del lenguaje. Es un error común llenar la escritura de pequeños detalles exóticos y perder el eje del tema esencial, restando interés en el objetivo central. Explicaciones innecesarias, detalles extraños, motivaciones cortadas de manera súbita.
La circularidad de las ideas hace deprimente al manuscrito. El novel escritor debe hacerse de agallas y humildad; uno debe tener estas cualidades para escribir. El carácter serio de escribir no es para crear ruido, es para romper el silencio, es para crear literatura. Los escritores maduros tienden a escribir con mucha más cautela, leen con más detenimiento lo creado, y están más dispuestos a desechar piezas de texto mal logrado. Están más preocupados por la causa y el efecto que por lo que pueden hacer. Tienen temor de escribir lo inadecuado, por lo que constantemente se censuran a sí mismos o empujan su trabajo, expandiéndolo a donde nadie ha ido jamás.
La función del carácter intelectual es permitir que se exprese la intuición de una mente exquisita que gana profundidad y estética en las ideas. En términos freudianos, permite que el inconsciente procese el flujo creativo y su conciencia realice inferencias, el arte de producir cadenas de razón. Nuevas metáforas, sentencias y frases producen efectos literarios. Nada debe interferir con esta intuición, ni el temor a no lograrlo o a desechar piezas de texto. Pero una vez que se materializa la intuición del escritor, en toda su crudeza en un borrador, se extenderá a la página revisada, debe ser un poema o pieza de discurso objetivo riguroso. Aquí es donde entra la humildad. Para que una pieza se consolide, el escritor debe consolidar sus objetivos de causa y efecto, antes que los deseos momentáneos de cada día. Debe guiar cada jornada de escritura en la dirección de su planificación. Donde se requiera subjetividad e intensidad emocional, y donde se requiera rigor racional, el escritor debe dominar la intuición en la dirección deseada. El proceso de revisión es sopesar el peso de la memoria de lo imaginado. Un atisbo de toda la pieza viene en un instante y, el escrito durante meses, madura las ideas, salta de un manuscrito a otro, trata el texto que relee como memoria viva y no como difuso recuerdo. Esta es la medida del poder que logró cada pieza del texto.
Para lograr esto, en cada jornada, el escritor debe dejar de lado el ego. Debe dejar de escuchar su yo y escuchar el texto que ha escrito. Debe cuidar de no censurar el trabajo por una moda superflua o por razones ajenas a la obra. Un escrito es la expresión del arte, no de los impulsos descontrolados del personaje que compone el texto. La obra tiene espacio para calcular los efectos en el lector; si no lo hace, el escritor podría pertenecer solo a su ego. Donde el escritor encuentre su causa y efecto, se logra la obra de arte, que da testimonio de que un ser humano extrae un significado nuevo para el mundo. El texto logrado es literatura, lo no físico que logra claridad, coherencia y emoción para comunicar a otro ser humano que no está solo. La emoción no se refiere a un sobresalto; son los sentimientos privados que insinúan lo profundo de lo humano y la realidad. Es el código compartido del sabor de nuestro tiempo, y esto, sin duda, nos ofrece cierto alivio de nuestro aislamiento existencial.
Cuando comenzamos a escribir, sentimos que debíamos hacer algo más que aprender el oficio del sistema de escritura. Pero fue el proceso de lectura de otras obras y la revisión comparada lo que, a lo largo del tiempo, mejoró el proceso creativo, mostrándonos cómo funcionaba fluidamente la creatividad, sus recursos intelectuales y su disciplina. Tal vez, si dejamos de plagiar y no nos rendimos al ego, esta pequeña hazaña nos permita ser productivos en el trabajo de escritura académica.
La escritura y el acto de madurez de la memoria
Un libro es una pieza de arte en un laboratorio de física cuántica, en un aula de matemáticas, en un planeta distinto o, en la mesita más humilde de un joven hambriento de conocimiento. Por lo tanto, el lector es quien realiza la literatura. La escritura es deseable definirla por su función, es decir, el arte del diseño de producir un discurso con el efecto de atrapar, frase a frase, el honor de un lector serio y valiente. Si esa comunicación no tiene lugar, entonces la pieza de texto ha fallado.
La lectura en nuestro tiempo no es muy popular; las estadísticas no son alentadoras. En las aulas, no se promueve el ejemplo del placer de leer. Sus promotores son empleados, y no enamorados de la literatura. El lector serio no es una idea muy popular; esa luz brillante de una persona que se nutre de lo humano. Ser empleado por el mercado laboral es el menor de los indicios de por qué lee; construir su carácter intelectual y su lugar ético en el progreso social es lo más relevante de sus motivos. No es necesario que un lector lo entienda dentro del alcance de estas palabras. En este propósito se ocupa de lo inexpresable. Aristóteles lo refiere al hambre de saber, ser y compartirnos. Todo lo que se necesita, dice Bertrand Arthur William Russell, es poner la literatura al alcance de la juventud como la mejor luz y nutrición, ya que esta juventud, al igual que la semilla de un gran árbol, por dentro trae todo lo necesario para lograr ser.
Muchos simbolistas franceses sintieron la literatura como piezas de luz brillante. No era necesario que un lector lo entendiera; la comunicación es lo relevante. No se puede predecir al lector. Eliot y Stevens, en su lucha por diferenciarse, descubrieron que los lectores a menudo les agradecieron lo alto que llevaron sus estilos, inspirados en distintos lectores en sus imaginarios creativos. Apostemos por el sentido común de los lectores incorruptibles, sin prejuicios literarios, inspirados no en lo fácil, ni en lo superfluo de un lenguaje cuidado más para vender y ser popular, sino en el propio placer de un desafío literario, que refresque la crisis de nuestro tiempo.
El lector ideal no es un transeúnte de la vida, sino el juez final, y la parte del juicio más feroz se deriva de lo que comunica lo literario. El lector disfruta investigar lo que le exige el texto, tratando de determinar la línea exacta entre la comunicación y la luz que se vierte sobre la oscuridad de lo desconocido. El que se distrae de la vida olvida que nuestra civilización creó la literatura como la forma más virtuosa de compartirnos.
Los extremos entre lector y escritor se encuentran en toda la relación con la literatura. Los efectos de este texto, que tienes en tus manos, nos gustaría ofrecerte como una expresión emocional formalmente, que establezca una relación íntima contigo, en parte haciéndote partícipe del proceso creativo y, además, intentando en el mejor de los casos, invitarte a dejar de ser un transeúnte desinteresado en hacer raíces en la cultura de la ciencia, la matemática, la poesía, la química… formalmente acentuada en la estrecha relación con el conocimiento y el estilo de intentar definirlo. Por éxito, aquí lo entendemos como atraer lectores incorruptos frente a la literatura que nos exige ser mejores seres humanos. Deseamos referirnos al juicio de los incorruptibles, como lo menciona Friedrich Wilhelm Nietzsche, quien habla de los seres humanos que se hacen dignos en el acto creativo. Leer es crear lo imaginado; ello es un entrenamiento en el propio estilo del pensamiento.
Además, esta definición involucra la responsabilidad del escritor. En el mundo universitario, la literatura académica tiene como objetivo ser tierra fértil para los héroes del conocimiento y los ciudadanos próximos a hacer de su soledad un agente de cambio virtuoso. El lector académico tiene la responsabilidad de leer detenidamente y hacer juicios sobre las justificaciones dentro de cuerpos de demostración, explicación, fundamentación… hacer preguntas, requerir discutir las ideas en un papel activo de desafío intelectual. Generalmente, son formas de crecimiento que aumentan nuestra autoestima. Para el escritor, es a través de confirmar y autentificar la memoria, lo que significa que el lector debe ser quien reconoce y es responsable de responder al mundo sobre la disciplina y el intelecto que es capaz de ofrecer. A través de la imaginación de la experiencia íntima, el lector se encuentra dentro de la literatura y esta le permite medirse en progreso y confianza.
Es una gran dificultad escribir literatura curricular en un periodo histórico en el que la conferencia cara a cara, los medios audiovisuales y un lenguaje tardío son utilizados por personas que están acostumbradas a los significados de las palabras de diccionario, viéndolas como nada más que signos, eternos en significado, universales a los contextos y, además, sin reconocerles el rol que juegan en el estilo de pensamiento.
Para estos profesores y estudiantes inmersos en esta crisis, hablar lo equiparan a escribir, y comunican al escribir como sinónimo de la actividad de registrar y mensajear. Pero no advierten el arte de pensar y sentir con nuevas experiencias discursivas. Leer lo sienten como soledad y no como la compañía intensa de sofisticación lingüística de una conversación. Leer, desde luego, para un observador pudiera ser un acto algo solitario. Sin embargo, leer nos permite comunicar que no hay en esto nada de la sensación de soledad. Cada página es la sensación de encuentro, de conversación, donde el lector se convierte en participante y, para nada, siente la soledad si logra la inmersión en la obra.
Como resultado del placer de la lectura, este signo indicativo del estado emocional permite comunicar al lector que su capacidad de concentración es un signo de la entereza de encontrar en la literatura un bien ético para su vida.
Cuando el texto sofisticado de la literatura académica nos pone en apuros, por falta de lexicón y manejo adecuado de los operadores discursivos en el reconocimiento de la lógica de inferencias, no pocos lectores sienten rechazo al enfrentarse a este desafío. La falta de formación en el español con propósitos académicos debe cultivarse; no es algo innato. Esto es algo que las universidades olvidan en sus currículos y, más aún, no promueven que sus profesores se conviertan en escritores académicos.
Una función de lo más obvia en el texto académico es ofrecer discursos frescos para aumentar la dinámica de la tradición intelectual de la comunidad educativa y disciplinar. Una proposición incluye el concepto y valor de verdad referido a lo teórico o a lo fáctico, y existe dentro de un texto para aumentar la objetividad del pensamiento. Es una pequeña parte del argumento, a la vez, una pieza esencial del discurso objetivo. Para que tenga éxito, la proposición debe ser funcional más que decorativa. Lo que significa que debe promover la intención general del razonamiento y el estilo de pensamiento. Cualquier uso decorativo solo corrompe al texto académico. El autor está tratando de convencer al lector de que el arte de justificar equivale al compromiso del efecto literario con el tiempo que este invertirá en atender su discurso.
Cuando el texto académico se enfoca en lo instruccional, es decir, está lleno de instrucciones como “calcule”, “relacione”, “describa”, “subraye”, “opere”, deja al lector en un estado de agente mecánico e irreflexivo del conocimiento. Este tipo de literatura se asemeja a manuales de instrucción de televisores, móviles, planchas y hornos; lo más desalentador es que el estudiante cree que esto es un texto académico. Si lo es, este debería estar lleno de explicaciones, demostraciones, fundamentos, justificaciones…, donde el arte de la narrativa y la argumentación se expresan en plenitud.
Lo literario
La diferencia entre acumular palabras y escribir es el diseño entre el signo y el símbolo. Claramente, parece que la metáfora y la proposición representan el enfoque del equilibrio silencioso, aquel que tiene la mayor posibilidad del efecto literario. Tocar al lector cuando se trabaja el símbolo fue la tradición más exitosa de los escritores franceses. El simbolismo poético desarrolló suficiente habilidad en su escritura como para moverse dentro de los símbolos de su época e impulsar los nuevos, los emergentes del progreso ético que soplan los vientos del cambio.
La calidad abierta de la imagen de lo literario permite que se convierta, hasta cierto punto, en los símbolos, el toque de emoción que revela el misterio en el conocimiento, que, a cada paso, se emerge en la narrativa del texto académico. El texto narrativo parte del punto de desenlace que se tiene planteado. Pensamos, al igual que Poe, en lo que hace que las cosas en el texto sean tan silenciosas cuando danzan implicando cadenas de razón e inferencias audaces. Sorprender al lector es el efecto deseado, más allá de los objetivos curriculares del contenido académico. Símbolos y narrativa nos dicen algo acerca de la ignorancia, así que decir que la ignorancia es el objetivo implícito de la causa que mueve a la escritura académica, es revelar la metáfora de su diseño. Cuando alguien acusa que el texto responde a la causa de la lucha contra la ignorancia y se escribe de atrás hacia adelante, en el sentido inverso en que el lector lo leerá, se está en el diseño literario del texto académico más auténtico.
Si la palabra revelará por anticipado las conclusiones y se olvida del camino histórico de los hechos y preguntas que condujeron al conocimiento moderno, se corre el riesgo de hacer creer que se puede aplicar el conocimiento sin haber plantado el problema que lo generó. Un misterio que se revela en sus símbolos es potencialmente capaz de ser entendido. Lo que es un misterio es, en esencia, el efecto literario; se presenta como búsqueda de comprensión, pero lo que es vago conduce a la confusión. Muchos textos débiles lo son porque, desde el principio, solo fueron pensados como ejercicios mecánicos del intelecto, un racionalismo instrumental que conduce al tedio.
Ahorrar el esfuerzo intelectual del lector para revelar el misterio que forjó los pasos en el progreso del conocimiento moderno solo abona a hacer creer en este que el razonamiento del estilo científico es algo trivial. Esa imagen hace que la literatura académica pierda su aura objetiva y su significado profundo en las disciplinas. La imagen de las conclusiones del conocimiento moderno, sin el camino de preguntas y justificaciones que le dieron origen, no lo hace funcional a la creatividad humana. No es la contemplación de la imagen moderna de los conceptos lo que conduce a la comprensión, sino el trabajo en la manera en que se dio a lo que hoy es su versión más desarrollada.
Referencias
[1] https://collegecliffs.com/online-high-schools-advanced-college-prep-courses/
[2] Longley, E. (2013). Yeats and Modern Poetry. Cambridge University Press.Referencias
_______________________________________________________________________________________