Comunicación y lenguaje
Entre ver y pensar
Eduardo Ochoa Hernández
Nicolás Zamudio Hernández
Filo Enrique Borjas García
Rogelio Ochoa Barragán
Martha Patricia Borjas García
Gladys Juárez Cisneros
Gerardo Barragán Sánchez
María Victoria Romero Sotelo
Alejandro Omar Negrete Pérez
14. Memoria en la era digital
14.1. Introducción
Hace más de cuarenta mil años los seres humanos descubrieron cómo engañar a la muerte. Transfirieron sus pensamientos, sentimientos, sueños, temores y anhelos a materiales físicos que desafían el paso del tiempo. Pintaron en paredes de cuevas, tallaron huesos de animales, y esculpieron piedras para que su espíritu viviera en el futuro. Durante generaciones hemos creado tecnologías sofisticadas para la externalización de los contenidos de nuestra mente, tablillas de arcilla, papiro, fotografías, grabados de audio y video, ahora tenemos en los medios digitales tales como teléfonos inteligentes, tabletas, computadoras portátiles, la nube en Internet. Hemos incorporado grandes cantidades de información que son clave para el éxito como especie. En nuestra era digital, estamos ampliando enormemente nuestra capacidad de registrar información, nos libera para seguir nuestra curiosidad en busca de respuestas a preguntas cada vez más ambiciosas.
Pero, confiar en demasía en disponer de información casi sin límite, causa en estos momentos que nuestra capacidad de memoria esté cayendo drásticamente, por detrás de nuestra capacidad de almacenar información[1]. Desde la creación de la Web en 1990 y el crecimiento de las redes sociales, nos sentimos cada vez más abrumados por la información. Y al mismo tiempo, nos preguntamos honestamente si este poder no está debilitando el control de nuestra mente de lo que sabemos y tenemos curiosidad. Pero esta era es diferente en cuanto a la cantidad y la conectividad global de la información. Ahora debemos aprender a manejar bases de datos, gestores de bibliografía, códigos de computadora, comercio electrónico y crear habilidades intelectuales emergentes, que nos permitan leer y almacenar en nuestra memoria lo sustancialmente necesario para vivir virtuosamente, lograrlo parece un tema de frontera del conocimiento moderno.
La frontera de la memoria colectiva almacenada en la Web, se retira rápidamente de nuestra capacidad biológica de registrar la información. La memoria literaria ha demostrado ser virtuosa para el desarrollo de la civilización, pero por otro lado, la memoria digital es ubicua extremadamente frágil, sin límites de alcance y aun inherentemente inestable. El recurso digital es vulnerable a la censura, al plagio, la simulación, la avaricia, el terror informático, la intimidad expuesta y la marginación de lo mejor a través de la burguesía electrónica. La literatura es un medio que sintetiza, filtra identificando lo sustancial y guarda en ella la experiencia de lo humano en un orden integral: razones, ideas, estéticas, estilos, notaciones, emociones, reflexiones, hipótesis, teorías, conceptos, historias, mitos, datos, …
¿Cómo hacemos para evitar que nos ahoguemos en el diluvio de información digital? Sin duda, nuestra experiencia en estudios literarios, intuitivamente nos dice que formando seres humanos con capacidades de síntesis de conocimientos, desde habilidades de escritura creativa, esto entrenará a la mente a filtrar conocimiento y expresar con creatividad en términos de texto, es decir, crear un estado de la cuestión de nuestra conciencia libre arrojada sobre el mundo del conocimiento.
La tecnología es un instrumento de la voluntad humana, no viceversa. Cierto, se ha acelerado el ritmo de producción de la información, el hecho de que las computadoras hacen copias perfectas, todo con facilidad, sin duda representa el crecimiento en información redundante más grande de la historia, con lo que de golpe se infla el universo de los datos. La idea radicalmente transformadora es que el universo de datos nos sirva al propósito de entender el mundo, buscando conocimientos nuevos para cambiar la realidad. Como una forma de acelerar la evolución de la civilización, sí, pero una evolución de nuestra memoria colectiva, desde pinturas en cuevas hasta la Web.
La cultura evoluciona en ajustes y rupturas. La historia está llena de promesas falsas y callejones sin salida, experimentos que trabajan por un cambio de las circunstancias de cada época. Pero también hay momentos de cambio rápidos, puntos de inflexión cuando las fuerzas de la voluntad humana aglutinan sus esfuerzos en la misma trayectoria de los acontecimientos. En el boom de la información, cuatro hitos fueron claves: a) el desarrollo de la escritura en la Mesopotamia para fines administrativos y de negocios, junto con la gestión profesional de conocimientos; 2) el desarrollo de bibliotecas de los antiguos griegos para el cultivo de conocimientos; 3) la invención de un objeto móvil de intercambio de información llamado libro; 4) la ilustración del siglo XVIII, que reconoció la obligación del Estado para garantizar el acceso a la información.
[1] Spitzer, M. (2013). Demencia Digital = Digital Dementia (No Ficcion). Ediciones B.